26 de octubre de 2011

Para qué escribo entonces

Una vez me dije en voz baja que escribía para ti y casi gritando que no quería que vieras la abominación que soy, matizando un poco la existencia con sinfonías que sólo querían llegar a tus oídos. Hoy, que la lejanía describe una no relación ¿para qué escribo yo entonces?
Augurios malignos se clavan en la poco experimentada retina, un lamento sin fondo se cuela en mis canciones y todo por la pérdida para la que no estoy diseñada. Porque extraviar los dientes me sale más fácil que dar vuelta la página, porque sigo arrugándola en la lenta espera de que el día acabe sin las novedades que desea mi puerta y el timbre que la secunda. Las verdades pesan y me cansan la mandíbula, retenerlas duele y lo hago con alma de masoquista, según he oído de los cohabitantes de esta burla pegajosa.
Quizás escribo aún para ti, para que te integres a lo que llamo agonía, con cariño. Sin embago, no es tan cierto porque sé que navegando por el mundo virtual lo que menos apetece es leer a una depresiva y entonando la pregunta sin fin, esta página se sigue escribiendo. Puede que sólo sea una patética forma de decir que sigo con vida, que los puñales que me clavo hacen que la sangre fluya. Una herida que no cicatriza, una tarde transformada en el sepulcro de ciertas esperanzas y si escribo, ya no es para ti.