13 de abril de 2012

Un pequeño relato


(Perdón, faltan algunos tildes, pero el pc no me deja ponerlos. Espero entiendan)


La expresión de su rostro era el mismo todas las mañanas. Pensaba que llegaría tarde a la U, pero era lo que pensaba siempre cuando veía pasar de largo las micros llenas. La gente empezaba a aglomerarse, los segundos se volvían espesos, haciéndose sentir con fuerza de tal modo que diez minutos eran una eternidad santiaguina. Ese era el. Y ella, que siempre andaba contra el tiempo, se figuraba perdiendo la primera hora de clases en la inspectoría, lo que significaba dormir un rato mas. Lo de siempre, un reto, una anotación, nada relevante. Lo busco con una mirada disimulada que él no habría descubierto jamás, por mucho que ella moviera sus pestañas, siempre coqueta. Era algo inconsciente, obvio, nadie busca ser tan evidente y ese movimiento era delator. Algunas mañanas, la esperanza absurda renacía. Confusas situaciones, clarísimas para ella, le decían que era una atracción mutua. Podría haber sido, no lo sé. Dos extraños en una multitud cruzan una palabra  cortes y el mundo gira distinto.

La historia, que nunca es una, sigue así:

Ella lo mira en la micro, camino al metro. Todas las mañanas son la mañana, el momento en que un intercambio de ¿me puedes dar la pasada? se extendería y tendría por fin la oportunidad de saber su nombre, su messinger, buscarlo en facebook, meterle conversa y que las cosas se dieran.
El mira por la ventana, preguntándose si haría calor o frío ese otoñal día. Ojala hiciera frío, sino tendría que andar con el chaleco en la mano y que paja.
Entonces ella se baja de la micro, camina hacia el metro y recuerda que no ha cargado el pase escolar. Se detiene en la boletería que colapsa, otra vez. Mecánica, gira el torniquete, baja las escaleras y ahí está el.

Que importa, todos tenemos encuentros fugaces con el amor. Amor, palabra fuerte para algunos, se expresa siempre diferente. Te gusta alguien en el paradero o conversas con alguien en la disco y hay una chispa que se enciende. Yo creo que es amor, no a la persona que tienes al frente necesariamente, quizás a la situación y al nerviosismo de darte a conocer, amor. Puede durar el rato, puede durar un poco más.

Me gustaría decir que ella se animo a saludarlo y él respondió amablemente, aunque por dentro se dijo que onda esta pendeja. Y que al otro día la miro bien y la encontró bonita, porque ella era muy bonita. Solo por eso la saludo. Que conversaron hasta que ella se bajo en Manuel Montt. Llego a contarles a sus amigas que estaba enamorada y a reírse de su pueril afirmación. Que él se quedo pesando en ella el resto del camino y se puso en el caso de que resultara algo más y, sin quererlo, se sonrió. 

Seria bonita una historia así, como mágica, sin finales. Los finales son tristes, son términos. Y esta historia seria bonita, porque es la prueba de que mis deseos están a la vuelta de la esquina, justo donde espero la micro.