A
pulso, a nombre desaparecido, me fui haciendo de pequeñas estelas de sonido
ronco y no morder la noche desnuda, podría ser la noche, que pasó por mi
silueta aun en llamas para no llorar la espera, gemir lo necesario y coronar la
madrugada con media tintas.
Necesario,
todo se vuelve espeso, retorcido como la náusea que acomete mañanas enteras en
partes desiguales, fragmentación indecente, de huesos que quieren crecer antes
de ser polvo. Podría convertir en razón momentánea los besos, si fuera una
amonestación silenciosa, no está sonajera de pasajes, de intenciones
pervertidas.
Mentiras
inconclusas bajo prismas engañosos, la mitad no es suficiente y por detrás se
levanta un nuevo siglo, el entendimiento escaso se vuelve problema, conciencia
del fracaso extremando las posibilidades ajenas. Posiblemente arrepentida de
actos inhumanos, gatos que se acomodan a la memoria del sublime momento que
siempre ha de acaecer, lógica común de liceo municipal, entre rejas se
presumían tomadas de la mano, soltada sin querer.
Calmantes
promesas, no olvidar. Reanudar la
búsqueda, la permanente espera de la sangre que no llega. Porque estancados
estamos varios, no hay patrimonio que valga y andar arrastrado las sonrisas
durante solsticios resulta trabajoso, en el mal sentido de la palabra, palabra.