27 de agosto de 2011

Salta la madre del cordero a cobijar a su ternero.
Gritos destemplados de los que ya no tienen lengua. Me viene el afán guerrillero, el alma empuña el brazo y juro que nunca más, que vengaré con sangre la sangre, que el pueblo armado jamás será aplastado y aquí, sola, muevo las piezas de una sociedad libre. Y pienso que aportando desde lo que soy puedo mover los engranajes de una maquinaria perversa. Pero un poema, un poemario, un cuento o una novela escrita durante la vida entera, no cambiarán que esta noche gente sin rostro temblarán de frío, de hambre y de humillación.
Prosigo con mi movimiento revolucionario, ya hemos ocupado Santiago, por la fuerza si fue necesario, organizando la comuna. Miro la tele y los vestigios de un pasado no vivido se cuela por mis venas en la lumbre de una estufa.
Me doy verguenza, ser hija de la comodidad invalida mis intenciones y las marcas de la tortura las llevo en la médula.
Tortura, muerte, desapariciones. Las llevo pegadas a los huesos, me pesan como si en una descarga eléctrica hubiese nacido. Y escribo panfletos mal articulados, clamando justicia, libertad.
Vienen los comerciales y aprovecho para tomarme una a una estas pastillas, me harán efecto en media hora y entonces habré terminado de ver la tele, dormiré en una cama mal hecha y mi espíritu guerrillero me dirá de nuevo que gritar sola no prospera. Mañana en  la mañana...¿se me habrá olvidado?

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